Gabriela Galindo
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias…
K. Kavafis [1]
La figura del caminante nos remite a distintos matices emocionales, desde el legendario Ulises y su larga odisea, o ese eterno peregrino en busca del amor de Dante, hasta el hombre nietszcheano que ha vendido su sombra y no se sabe bien a bien, si es la sombra la que acompaña al caminante o es él quien acompaña a la sombra en una especie de alteridad del ser. Nietzsche señala que aquel que ha alcanzado la libertad de la razón no puede ser otra cosa que un caminante, no un viajero, pues éste siempre tendrá un destino, en cambio, el caminante sólo anda, sin meta, pues para el caminante no hay destino que pueda terminar con su andar.
Andariego (2007). Stills de video
Esto me hace recordar un relato de Kafka donde un hombre le pide a su sirviente que le traiga su caballo y éste curioso le pregunta hacia donde se dirige, el hombre contesta que no lo sabe y que sólo desea irse lejos, pues sólo así alcanzará su meta. El sirviente intrigado se da cuenta que no lleva equipaje para el camino y le pregunta cómo hará para sobrevivir en viaje tan largo sin provisión alguna y el hombre simplemente responde: "No me son necesarias… el viaje es tan largo que moriré de hambre si no consigo alimentos en el camino. No hay provisión que pueda salvarme. Por suerte es un viaje realmente interminable"[2].
Con esta imagen del viaje interminable, sin meta y sin retorno, comienza la película Andariego del artista visual y cineasta brasileño, Cao Guimaraes, presentada en el pasado Festival FICCO en la Ciudad de México. Un largo camino será el interludio que precede a la presentación de sus caminantes. Tres personajes que son tres y uno. Tres vagabundos que deambulan por la vida sin destino, tres percepciones de la temporalidad apartadas del Mundo, pero inmersas en la más pura de las realidades. Sujetos que solo se sostienen gracias a una aprehensión intuitiva de la realidad, rechazando cualquier intermediación conceptual en un desplazamiento aparente, un aparente abandono del mundo (o abandonados por el mundo) en un acto de ensimismada contemplación solitaria, siempre en movimiento, siempre hacia delante, suspendidos fuera del tiempo, en un estado de incertidumbre ante la intemperie, ante ese espacio demasiado abierto, pero al mismo tiempo como una figuración del caminante como espíritu libre.
Caminar hace inevitable ver el mundo, reconocerse en el espacio como un ente en movimiento; el caminante busca y deja tras de sí, sus propias huellas. Caminar, pasear, andar, recorrer, deambular, vagabundear, rondar, circular, callejear, todas ellas siempre como experiencias cognoscitivas que nos permitirán percibir las cosas en un estado de suspensión temporal. Donde vida y viaje se convierten en la misma cosa. Donde el tránsito, es la permanencia de lo efímero "…el camino es, a la vez, permanencia y cambio; movilidad y fijación."[3]
Cao descubre estos personajes de forma tan azarosa como su propio andar y los sigue y filma de manera tan solitaria como la vida de estos sujetos, en una búsqueda en la que el caminar y el pensar se manifiestan a través de lo visual y el sonido. Nos hace reconocer que cada uno de estos caracteres representa un momento de introspección distinto, como tres formas de vida interior en momentos diferentes del ensimismamiento. El primero es un personaje que existe en el mundo solo por mediación de los espíritus. El más allá como intermediador entre el yo y el otro, entre el ser y el mundo, la fantasía no proviene de él, es siempre un mensaje divino, donde las cosas no son, sino porque en ellas sobrevive un espíritu que les permite su existencia. El segundo personaje, un viejo cansado y de andar lento y dificultoso, existe sólo para sí, habla consigo mismo y sus fantasmas; discute y argumenta entre sus múltiples personajes imaginarios, y habita un mundo que no va más allá de su cabeza. El tercer personaje, el más joven de los tres, será el que representa la única relación con una realidad material, empujando eternamente un carrito, carga en él su propio mundo. Como caracol, arrastra su casita rodante, desplazándose con su historia a cuestas como la única opción de quien necesita apartarse de la confusión del exterior y crear su refugio individual.
Situado a modo de epojé, en un estado de suspensión del juicio sobre la realidad o suspensión conceptual, Cao nos permite constatar con reposada atención, una de las tareas fundamentales de la vida: la contemplación. Dicho estado implica un modo de ser entre el enmudecimiento y el ensimismamiento. Una revisión de las relaciones del hombre consigo mismo y con lo que está a su alrededor.
Andariego (2007). Still de video
Guimaraes convierte al público en verdadero espectador[4], es decir de aquel que mira, que contempla. Llevándonos a entender la película como un conjunto de imágenes y sonidos armónicos que rompen con esa convención de que el cine es necesariamente narrativo. Cao hace especial énfasis en que nos es muy difícil concebir el cine sin una narrativa secuencial. Estamos acostumbrados a verlo como una extensión de la literatura y consecuentemente del teatro. Historias que tienen una acción, un desenlace y un final (casi siempre feliz si pensamos en las producciones de Hollywood). La propia voz de ¡Acción! comúnmente empleada a los directores cuando dan inicio a la filmación de una escena, proviene de la palabra Acto utilizada desde la antigua Grecia para designar las partes en que se divide una obra dramática.
Pero para Guimaraes el cine debe ir más allá del relato, debemos verlo como una forma de presentar la realidad a través de la pausa, del silencio, de los sonidos repetidos o de la simple imagen de un grillo cruzando una carretera creando la expectación del momento en que será aplastado por la rueda de un automóvil.
Las imágenes, los sonidos ambientales combinados con una sutil composición musical a cargo de O Grivo, los conceptos sobre la vida y la divinidad expresados por los caminantes y los escenarios de carreteras, llanuras y poblados, todos se descubren en Andariego como símbolos de un mundo inasible, con una connotación casi metafísica en la que se trata de evidenciar lo suprasensible, el acontecer cotidiano que al final viene a develarnos una verdad. Con una fuerte intencionalidad de preservar la realidad, la verdad es aquello que acontece dentro y más allá de la imagen, de las palabras y los sonidos. Andariego, filmada entre las ciudades de Montes Claros y Pedra Azul, en el noreste del estado de Minas Gerais, es un acontecimiento de verdadera intuición estética que nos aleja de un pensamiento discurso-narrativo y nos revela en la pausa y el silencio, una suerte de nostalgia donde se nos está invitando a ver, junto con estos caminantes, lo que ocurre en el mundo.
Andariego (2007). Still de video
Andariego (2007) y El Alma del hueso (2004) son dos de tres documentales de una serie que Guimaraes llama la Trilogía de la Soledad. Ambos, centrados en los andares de individuos que transitan a la deriva de una sociedad que coexiste fuera de ellos, ya sea por destino o por voluntad; como es el caso de El Alma del hueso, que narra la solitaria existencia de un ermitaño de 72 años que vive dentro de una cueva en una montaña. "Ahora estoy preparando un tercero, con Marcelo Gomes (director de Cine, aspirinas y buitres), que la cerrará. Será una película algo más guionada, en la que habrá un actor en medio de situaciones reales"[5].
Quizá una de las más encantadoras virtudes de esta mirada de la realidad que Guimaraes nos presenta a través de estas películas, es que no cae en la visión trágica del romanticismo, donde la unidad entre el hombre y el mundo se consideraba perdida, provocando un estado de angustia o desconsolación, producido por el enfrentamiento con una naturaleza agresiva y un mundo ajeno al hombre.
El Alma del hueso (2004) Still de video
Por el contrario, en Andariego nos muestra tres personajes que a pesar de ser vagabundos, a pesar de que han sido "expulsados" del mundo social, viven con un espíritu de libertad indomable. Al igual que Dominguinhos en El Alma del hueso, que ha vivido en soledad durante 40 años y se muestra, no como el eremita hostil y agresivo, sino como un viejo hablanchín de carácter afable y amigable en todo momento. Guimaraes tiene el buen tino de encontrar y seguir a estos hombres que han aprendido a relacionarse con el mundo de una manera muy diferente a la cognoscitiva (en la que el entendimiento se da partir de los conceptos impuestos por un sociedad injusta y aplastante) y muy distinta también en la práctica (donde la cotidianidad de los sujetos se sale fuera de todo contexto social) provocando una condición que, a pesar de las carencias, las locuras y delirios de los propios personajes, hace posible su libertad.
El Alma del hueso (2004) Stills de video
En resumen, podría decir que esta película es de una gran belleza, pero reconocemos, gracias a Kant, que la experiencia de lo bello es indecible, indescriptible y que es imposible formular un juicio; sin embargo la belleza es lo único que nos permite conocer esas partes del mundo, que de otro modo, serían inaccesibles; en palabras del propio Cao: "Cada tanto, es necesario asesinar al sujeto para que exista la subjetividad”. Así es Andariego, nos muestra un pedacito del mundo que está más allá del discurso y que nos invita al acto puro y simple de la contemplación.
Andariego (2007). Still de video
Cao recibiendo el premio Lady de Oro
Andarilho, de Cao Guimaraes
Brasil/ 2007/ 80 min/ 35mm/ Color/ Dolby Digital
Ganadora del Lady de Oro en el 9º Festival de Cine de Las Palmas
Seleccionada para la 64° edición del Festival de Cine en VeneciaFotografías tomadas del sitio del artista: www.caoguimaraes.com
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