José Manuel Springer
Caminar solo por el bosque, llevado por la curiosidad de reconocer el terreno que me han dicho era una antigua zona de granjas de cría de puercos. Andar y descubrir al paso los abedules y los olmos que crecen, cuidadosamente ordenados, en líneas simétricas. Caminos hechos de pisadas, encerrados por gruesos macizos de ramas y troncos. Aquí también se libró una guerra, aquí el ejército nazi estableció centro Debajo de esta tierra el subsuelo está contaminado de fertilizantes químicos y excrementos de cerdos, más abajo yacen los restos de cadáveres de hombres sacrificados durante la guerra. No hay país en Europa que haya escapado de una historia y un proceso semejante: la naturaleza ha sido arrasada y reconstruida; hoy se plantan bosques donde antes se sembró muerte. El activismo verde ecologista tuvo que nacer aquí, de una extraña confluencia entre una historia de violencia y una voluntad de regeneración. Melanie Bonazo, Emmeline de Mooij o Linga Kielczynska, tres mujeres que crecieron en este entorno basan sus propuestas artistas en el activismo ecológico. En sus videos se caracterizan como mujeres amazónicas que recorren desnudas los bosques liberando a los bosques del plástico y los desechos bélicos. Existe una isla de desechos plásticos de varios kilómetros de espesor que flota desde hace años en el Atlántico, ¿quién se encargará de eliminarla?
Intentaré explicar esta ecuación a través de mi recorrido por el bosque húmedo. En este lugar donde me encuentro el orden de las cosas exuda algo siniestro; mientras los pájaros repiquetean y la lluvia marca un ritmo pertinaz, la Naturaleza sigue su curso y envuelve al sendero de la historia con aguas y bosques que son testigos de la historia negra de Europa; la han visto y oído, pero en la naturaleza reina la ausencia del sentido, y ella es amoral por …naturaleza; lo que la convierte en perfecto testigo y también víctima de la acción humana.
Desde que Hieronymus Bosch (el primer artista ecologista) vivió en esta región, la mano del hombre no ha cesado de atentar violentamente contra la vida en la tierra; los demonios se han extendido por el jardín de las delicias bajo la ilusión de confort y seguridad del consumismo y en búsqueda del placer estético. El Bosco sabía que el horror era la única forma de salvar al reino natural; el horror otorga un sentido negativo a la existencia que resulta muy estimulante para la filosofía, la política y la búsqueda de una solución. Desde hace miles de años Gilgamesh encerró dentro de un muro a la primera ciudad, la convirtió en una isla, casi un tumor, dentro del bosque y creó con ello la primera enajenación entre hombre y naturaleza. La relación entre hombre y naturaleza refleja lo absurdo que resulta el desarrollo de la tecnología y la razón ; desde el hombre prehistórico que descubrió un día que podía controlar el entorno más allá de su alance mediante un mazo, hasta el hombre contemporáneo dominado por sus propios gadgets que lo protegen del contacto con la naturaleza, la ambición de poder afectó negativamente la capacidad de juicio del hombre.
Con la invención del lenguaje de signos dejamos de pertenecer a la naturaleza. Ella sigue su curso y el hombre creyó en el progreso porque pensó que con él lograría dominar a su vecino y su entorno. Pero la naturaleza humana es ciega y necia, y, como el hombre de las cavernas, sólo aprendemos por el horror para crear más horror. Camino por este bosque sembrado con letreros rojos que dicen: Cuidado! Minas!, a pesar del descontrol inicial, he caído en la cuenta de que son la obra del terrorista ecológico Ives Maes, Hazard Marking System (2010), que ha enterrado por la zona prototipos de minas biodegradables, de manera que pueden destruir a los talabosques y urbanizadores pero son amigables con la naturaleza. ¿Por qué no instalar minas en el mar que eviten que empresas multinacionales, como British Petroleum, puedan extraer petróleo del fondo del mar y ocasionar catástrofes como la del Golfo de México? Adivinaron: porque atentar contra una empresa establecidas es terrorismo, y la violencia es monopolio de los estados; mientras que ocasionar un desastre ecológico es….un accidente excusable y reparable porque, a fine de cuentas, vivimos en la era del petróleo y todo lo que signifique obtener más petróleo está moral, judicial y legalmente justificado. Contaminar los recursos no renovables no es …cómo decirlo, tan terrible, tan ilegal. El ecocidio es justificado mientras el mundo dependa del petróleo para progresar. Llegará el momento en que el petróleo se extinga, y el automóvil de combustión interna, y los aviones y las generadores de electricidad dejen de funcionar. Los autos serán enterrados, la naturaleza los cubrirá de flores y alguien colocará una placa que recuerde el fin de la era del petróleo, así lo ha vaticinado el finlandés Tea Mäkipää, que ha estado enterrando automóviles para recordarnos que somos seres cuya existencia carece sentido y significado porque no percibimos la riqueza que encierra un grano de maíz.
Michael Jackson fue un músico con talento pero un triste político. Su video Earth Song fue un alegato contra la destrucción de la tierra y de las formas de vida ligadas a ella. El video se estrenó en 1995, años más tarde lo recicló Jonathan Horowitz, bajo el título The Body Song. Mientras el video del príncipe del pop muestra al cantante en medio de un huracán desatado por el cambio climático, Horowitz reproduce el video al revés para demostrar cómo los desastres ecológicos musicalizados crean héroes con pies de barro. Los discursos redentores del ecologismo, del tipo Al Gore y similares, venden la idea de que con denunciar el problema vamos por el camino correcto para encontrar la solución. La ideología mediática verde sólo asusta con el petate del muerto, pero está más metida en el negocio de vender curitas que en extirpar el cáncer. Pero, ¿quién asegura que Horowitz no está cortando leña del árbol caído? Los bosques que oyen y ven *
En la obra de Eduardo Abaroa, artista con una larga trayectoria en la que destaca el reciclaje de símbolos usando para ello los elementos más comunes a su alcance, Stonhenge es un megalito sanitario, que sana o salva a los más urgidos. Para Abaroa aquel Stonehenge remoto es el equivalente a un monumento icónico como las torres de Ciudad de Satélite, ¿por qué no? La vinculación entre cultura y naturaleza será repelente o no será.
Reconstruir y reciclar son dos tesis comunes de la praxis artística de artistas que no quieren hacer arte ecológico aprobado por la sociedad. Eduardo Abaroa replantea nuestra propia posición con respecto al medio ambiente, con un humor que llega a lo cáustico y evita dar lecciones de moral ecologista. De hecho, el artista nunca ha estado en Stonehenge y la información que tiene sobre el sitio proviene de Internet. Stonehenge Sanitario es una instalación que, como en tantas de sus obras, contrasta la artificialidad de los símbolos con el sentimiento auténtico del ser humano, y su necesidad moral de encontrar un puente entre la era del ídolo y la de la tecnología que no sea divino. En consecuencia, hay que hacer arte ecológico con piedras imaginarias, en el que plástico y piedra surjan como una invocación sardónica, pero no por ello menos valiosa, de las formas en que la naturaleza es testigo de las etapas de la evolución humana. De esas eras por las que ha pasado la relación humana con el entorno natural –la de la mirada mitológica, la de la visión estética paisajística y la de la comunicación ecológicamente correcta– se alimenta el arte-acción contemporáneo, creando una arqueología con la que recupera la historia del hombre a través de revelar y presentar los daños que éste ha ocasionado sobre el ecosistema. Si bien no se podrá revertir el daño inflingido, es posible evitar que continúe la destrucción y terminar con la indolencia de muchos, la credulidad de otros y la ambición de unos pocos. Escuchar a la naturaleza y reparar en sus señas ha sido una de las estrategias del arte contemporáneo para volver atrás en el tiempo, a una era en la que lo natural no estaba en conflicto con lo humano. Volver a los sentidos, confiar en lo que nuestros oídos y ojos nos dicen, plantea el reencuentro consigo mismo, la eliminación de la dicotomía entre naturaleza humana y medio natural. Sólo hay que caminar por el bosque, ver un árbol, oler un pozo de agua, oír la lluvia, nadar en el mar, para darse cuenta que la historia biológica es mucho más profunda que la historia humana.
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