En medio de una lluvia de chispas de fuego,
envuelto en un sonido ensordecedor, y entre el humo penetrante
que emiten cuatro cortadoras de acero, encuentro a Enrique Jezik,
concentrado en conseguir que los ciclos de funcionamiento de
los cuatro artefactos coincidan. Lo primero que me viene a la
mente al ver al artista en medio de ese sonido atronador y chorros
de fuego me recuerda las imágenes de los bombardeos nocturnos
sobre Irak.
Los espacios contiguos del la Sala de Arte Público Siqueiros
se cimbran con el sonido mecánico cada vez que alguien
entra a la sala que ocupa la instalación de Jezik (Buenos
Aires, 1962) y activa las cuatro máquinas colocadas en
sendas esquinas. La sencillez de la idea golpea el cuerpo entero
debido a la contundencia expresiva de las cuatro cortadoras
que van rasgando vigas de acero.
Preocupado por la violencia cotidiana, Jezik ha dedicado los
últimos años de su carrera a presentar instalaciones
en museos y galerías que se convierten en campo de batalla
entre máquinas de trabajo pesado. Lo hizo en X Teresa
hace un par de años cuando puso a pelear a dos monumentales
martillos neumáticos, lo hizo en Francia disparando una
escopeta contra las paredes de una galería, y ahora vuelve
sobre el tema de la violencia, esta vez enmarcada por el reciente
bombardeo inhumano sobre Bagdad.
El espacio de la sala Siquieros se presta para este tipo de
instalación, que comparte con la pintura del muralista
la estética tosca de la máquina, el chisporroteo
de color incandescente, la geometría racional y una especie
de industrialismo barbárico, no exento de una dimensión
humana. La instalacion Pieza sonora sin titulo para cuatro máquinas
es una combinación perfecta entre contexto expositivo
e intención del artista, y refrenda la vocación
por integrar lo moderno con lo contemporáneo que ha demostrado
con creces este recinto museístico.