Francis Picabia: POEMAS

Francis Picabia: Autorretrato

Rocío Cerón

El pasado 8 de marzo se presentó en la Casa Refugio Citlatépetl, en el corazón de la colonia Condesa de la Ciudad de México, la edición de los poemas de Francis Picabia. En el evento participaron Rocío Cerón, Pablo Soler Frost y la traductora Tatiana Lipkes, acompañados por un llamativo y casi dadaísta performance de Óscar Yoldi.

La edición a cargo del sello editorial Alias, bajo la dirección de Damián Ortega, consta de tres volúmenes con una selección muy significativa de la produción poética de Picabia, organizados cronológicamente y cuidadosamente armados en una cajita de cartoncillo. A continuación compartimos con ustedes el sugerente texto que Rocío Cerón preparó para la presentación...

 

Francis Picabia


Dardos, dardos, dardos. Sobre el cuerpo al leer los poemas de Francis Picabia. Porque desde que aparece, el verso lo es todo. Construido por música, modulaciones intrahistóricas, imágenes poliédricas, trabajos secretos de espía para tomar el pulso a la sala familiar, apariciones geológicas y gramáticas, trasvases de formas y objetos en su medular principio de lenguaje: el verso lo contiene todo.

Dardos, dardos, dardos. Un verso abierto a extremo inserta un mecanismo complejo donde el mundo, o los mundos paralelos, invisibles o hiperreales, se vuelcan. ¿Dónde más podrían crearse catedrales creadas por juegos espaciales y tipográficos levantadas a punta de tejidos verbales-vibrátiles que orquestan la música del universo? Un verso es una máquina de coser, un medio de transmisión, un 31 de mayo cualquiera frente a una aurora boreal, un registro multidimensional de pensamiento y de sensibilidad. Un poema es hélice, cielo, albergue, miseria, mínimo esfuerzo, arquitectura, risa burlona, ficción y verdad. Un poema es Francis Picabia.

Dardos. Como paso iniciático, exploración y un maniquí para cubrir de velos. Porque para leer los poemas de Picabia hay que ascender al pico del Everest, y arrojarse. Vibrar en tono menor. Abrirse el pecho y sangrar devotamente como el dios mono Hanuman. Se necesita entrar a ciegas, y a ras, del dosel amazónico para dejarse llevar por las hormigas rojas y su canto mundano. Y todo con sentido del humor, con una sonrisa en los labios.

Más allá de lo aparente, navegación. Dardos. El cielo se cubre de puntos y letras, dispersión volátil, poemas visuales, tipografía asentada en las pupilas del lenguaje. Maquinarias de constelaciones futuras donde un sentido acciona al otro y así en una cadena sin fin. “Cincuenta y dos espejos”, “Exploraciones” o poemas sueltos, poética constelación Picabiana donde hay que ir a tientas, paseando sublingualmente al escorpión. Artilugios verbales cargados de motivos ornamentales, gente seria (mundo serio), pintura, arte, escepticismo, bosques, mujeres, contemplación, muerte, extremos y asociaciones, gratuidades, misteriosas gratuidades que se entrelazan para adentrarse en la profundidad de lo liviano. Poesía de registro, de imantación y de sistemas telúricos, el movimiento interno en ellos es pura intervención sobre el suelo y las marcas que dejamos todos los días.

Sobre mi cuerpo hay miles de dardos de alta tensión provocados por una poesía testimonial que da fe de un tiempo de simulaciones. Picabia lo sabía: dedujo a saltos, se interrogó, y acertó, nos deja escrito:

El hombre animal
Hacia la nada
Envuelve sus sentidos
Las sombras de su coladera
Son el obstáculo del amor
Sistema chino de ateísmo
Como una mirada vacía
Médulas esqueletos color caracol
De la penetración mutua
Mecanismo ciego y mudo
Encontraremos alas que viven según Platón
En las apariencias de las realidades.*

Aforismos, versos lanza, en ocasiones pedacería incontrolable que arroja ráfagas al viento, Picabia nace, muere y resucita en el engranaje de estos poemas que han sido escritos en más de treinta años. Potencia por acumulación, Picabia es un extraordinario creador de decorados donde se desenvuelven sus creaturas. Todo ocurre entonces en las fugas, en el detalle dentro de los detalles de sus poemas.

Dardos, dardos, dardos. Aura, extensión de aura de aquel que reconoce la vida como mascarada de reflejos y equívocos, un universo febril donde, como dijera André Breton, las “rosas son azules; la madera es vidrio. […]  y La existencia está en otra parte”.


* El Germen (de “Niña nacida sin madre”).

             

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Fecha de publicación: 15.03.2012