João Pina. Vista de la exposición Sombra del Cóndor
Centro de Fotografía, Montevideo
Por Gabriela Galindo
"Todo arte es político de lo contrario sólo sería decoración,
y todo artista tiene algo que decir, de lo contrario haría zapatos"
Edward de VereEl aspecto de lo político es inherente al arte, en tanto que la obra está constituida como una configuración que subvierte el orden de lo común y altera el lenguaje cotidiano en representaciones que, Ranciére diría, producen un extrañamiento sensible y una toma de conciencia de ese extrañamiento. “El arte consiste en construir espacios y relaciones para reconfigurar material y simbólicamente el territorio común”[1].
Así pues, esos mundos aparentemente imaginarios que nos presenta el arte no están fuera de lo real, y mucho menos se oponen a él, sino por el contrario, nos permiten construir formas viables para relacionar la apariencia con lo que entendemos como real; esos imaginarios funcionan como un medio para crear lazos sólidos entre lo singular y lo común. “El arte no es político por los mensajes y sentimientos que transmite sobre el orden del mundo… es político por la distancia misma que guarda con relación a esas funciones, por el tipo de tiempo y el espacio que establece, por la manera en que divide ese tiempo y puebla ese espacio”.[2] No se trata de una de una estetización de la política a la manera benjaminiana, sino más bien de una inevitable politización del arte.
Siempre es posible hacer una lectura particular desde lo político ante cualquier obra de arte; sin embargo, algunas obras no nos permiten una lectura que se salga de este territorio de reflexión. Obras donde el lenguaje de lo simbólico es tan parecido al cotidiano que parecen empujarnos irremediablemente a la conciencia y reflexión de la realidad inmediata. Ejemplo de esto es el trabajo de João Pina (1980), joven fotógrafo nacido en Lisboa, que comenzó su carrera a la temprana edad de 18 años; influenciado por la experiencia de haber vivido varios años en países latinoamericanos, publicó su primer libro de fotografía en el 2007 titulado Por Teu Livre Pensamento, un trabajo realizado en colaboración con los textos de su colega y amigo Rui Daniel Galiza, donde muestran los retratos e historias de vida de 25 presos políticos portugueses, entre ellos sus abuelos, ambos miembros del partido comunista que combatieron contra el régimen fascista que gobernó Portugal a lo largo de 48 años. Esta obra inspiró una campaña de Amnistía Internacional que fue galardonada con el León de Oro en el Festival Internacional de Creatividad de Cannes en 2011.
En el 2014 Pina publicó el resultado de su segundo gran proyecto, el libro titulado Cóndor, que presenta los remanentes de la operación secreta que coludieron los gobiernos de Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, Chile y Bolivia en la década de los 70; países que compartían regímenes dictatoriales y utilizaron medios brutalmente represivos para callar y controlar a todo aquel que se oponía al sistema, bajo el pretexto de mantener el orden y la seguridad ante la supuesta “amenaza comunista” o cualquier acto que consideraron subversivo. En 1992 se liberaron cientos de documentos de esta operación en un volumen que recibió el nombre de “Archivos del terror”, donde se detalla el destino de miles de latinoamericanos torturados, secuestrados y asesinados; además de testimonios sobre la cooperación de gobiernos como Perú, Colombia y Venezuela que se unieron al objetivo común de capturar y entregar a las autoridades a las personas consideradas "sediciosas" o "subversivas" por los distintos regímenes dictatoriales.
Las desapariciones, la tortura y el abierto crimen, marcaron con sangre un periodo negro en la historia de estos países latinoamericanos, y que hoy, a más de 40 años de distancia, pareciera que sigue siendo una sombra oscura que permanece, no sólo en los centenares de familias que continúan buscando los rastros de sus parientes desaparecidos o en las profundas cicatrices de aquellos que fueron víctimas de esta represión brutal, sino también por las vergonzosas repeticiones de estas operaciones criminales organizadas y financiadas por los gobiernos y estados de algunos países de Latinoamérica, y que aún hoy, siguen siendo una realidad cotidiana en la actualidad. Carmen Hertz, abogada chilena y experta en Derechos Humanos, planteó que “estos crímenes no solo afectaron el corazón de las familias directas, sino que marcaron a toda la sociedad y la impunidad que aún existe y genera incertidumbre, desestabilidad y desconfianza contra un Estado que no ha sido capaz de cerrar esta herida."[3].
La secuencia de imágenes de la exposición titulada “Sombra del Cóndor” que se presentó recientemente en el Centro de Fotografía en la ciudad de Montevideo, está marcada por una narrativa de dolor intenso de algunos de los sobrevivientes de los campos de concentración, de presos políticos o sus familiares que cuentan su historia, ya sea con una simple mirada que se pierde en un horizonte desolado, o en el retrato de una madre que sostiene una zapatilla vieja del hijo que desde hace 40 años sigue buscando y que no pierde la esperanza de encontrar, aunque sea la otra zapatilla; o bien, la imagen de una habitación vacía que nos provoca escalofríos cuando nos enteramos que fue el lugar de encierro de una mujer a la que violaron y torturaron repetidamente durante meses. Hasta la terrorífica imagen del “avión de la muerte” que fuera usado por los militares argentinos para lanzar vivos o muertos a los subversivos en el Río de la Plata y que hoy se exhibe como una especie de monumento publicitario [sic] de una empresa de construcción argentina.
Pina, a través de las salas tituladas como Paisajes de la Muerte o Salas de Tortura, nos obliga a recordar, a no olvidar, a reconocer que el dolor no se diluye nunca y que la tortura y el crimen son imperdonables, mucho más, cuando el culpable es un Estado o un Gobierno que traiciona su obligación elemental de procurar la paz y el bienestar de los ciudadanos. Sus fotografías nos llevan a la forzosa reflexión de un pasado que debe estar presente y que, acciones como el perdón, los indultos o las indemnizaciones (como el caso del gobierno argentino que actualmente está indemnizando a todos aquellos que fueron víctimas directas o indirectas de la dictadura), no deben ser motivo para ser indiferentes o pasar por alto una historia de genocidios, masacres y desapariciones forzadas.
No puedo imaginar a nadie que vea esta exposición que pueda quedar inmune de este dolor, pero personalmente a mi me provocó fuertemente. Cuando iba recorriendo la secuencia de imágenes, comencé a sentir una especie de conmoción brutal que lentamente me recorrió el cuerpo entero. No fue sólo por el tremendo peso emocional de cada fotografía, ni tampoco por la pulcritud de la impresiones, el equilibrio intachable de los encuadres, los claroscuros o las profundas expresiones de los retratos. En cada paso, lo que sentí fue un aumento de mi indignación, un coraje profundo mezclado con impotencia y profunda tristeza.
João Pina / Sombra del Cóndor
Serie Laboratorio Forense / Buenos Aires
Enero 2012
Uno de los depósitos del Equipo Argentino de Antropología Forense, lleno de cajas con restos mortales de activistas políticos desaparecidos.
Estos restos continúan almacenados a la espera de su identificación. Solamente cuando hay pruebas concluyentes de su identidad son restituidos a las familias de los desaparecidos.Y sí, es indignación por el pasado, pero también por el presente, por mi presente; en cada imagen vi algo de lo que está pasando hoy mismo en mi país. Qué gran tristeza es ver en una historia trágica que ya pasó, algo que sigue sucediendo en el presente. Qué gran indignación es el parecido que existe entre esas siniestras estrategias militares que utilizaron las dictaduras latinoamericanas de los años 70 con lo que está sucediendo hoy en México.
Hace tan solo unos semanas presenciamos en la Ciudad de México una gran manifestación encabezada por los padres de 43 jóvenes estudiantes que desde hace un año están desaparecidos. Hace tan solo unas semanas, una comisión internacional de investigación nos acaba de informar que todas las versiones oficiales que el gobierno presentó del caso Ayotzinapa[4] eran falsas, inverosímiles, inventadas. Sabemos que a esos chicos se los llevó la policía, sabemos que los militares intervinieron, y eso es todo. Nadie sabe donde están, ni qué les pasó, nadie ha dado una respuesta clara; ni la policía, ni el gobierno, ni nadie. Ante el silencio y la mentira, cómo no pensar que, al igual que en la Operación Cóndor, el responsable es el Estado.
João Pina / Sombra del Cóndor
Padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa (foto: Yahoo)
Hace también tan solo unas semanas, que se conmemoraron 47 años de la matanza brutal de estudiantes ocurrida en Tlatelolco en el centro de la Ciudad de México. Genocidio del que también sabemos que el culpable fue el Estado y del que tampoco nunca se responsabilizó, ni hubo ninguna clase de enmienda, ni indemnización, ni compensación. El movimiento estudiantil que se gestó en México en el 68 trajo consigo un fuerte desarrollo de la producción gráfica, circulaban carteles, folletines y toda clase de propaganda gráfica, en los que se presentaban los símbolos clásicos de inconformidad y rebelión. En formatos por lo general pequeños, estos grabados, serigrafías, dibujos e ilustraciones funcionaron como el medio informativo y de comunicación, y aún cuando esta función hoy se cubre en gran parte con los teléfonos celulares y las redes sociales, la práctica artística sigue siendo un arma de expresión vital que nos empuja a la conciencia y reflexión de los acontecimientos sociales y políticos.
Tania Bruguera, controvertida artista cubana, quien ha sido arrestada varias ocasiones por sus acciones artísticas, manifestó que el arte es una de las posibilidades más potentes para poner en movimiento el motor social. Bruguera establece una diferencia “entre representar lo que es político y actuar de modo político”[5], el artista que actúa de modo político provoca un cuestionamiento que va desde la esfera de lo social hasta el terreno de lo emotivo y, por ende, es un arte que inevitablemente incomoda. Y no hay forma de no sentirse incómodo al ver una fotografía como la de la serie Laboratorio Forense, 2012, que presenta los restos mortales de dos activistas políticos desaparecidos listos para ser analizados para su identificación.
El arte político examina particularmente las estructuras de poder y su efecto en la vida de los individuos y nos obliga, desde lo estético, a hacer un recuento de la historia de los pueblos, con la ventaja de que es un espacio auténtico y de libre expresión. Con palabras del artista Rafael Lozano-Hemmer, debemos recordar que “El arte es la única herramienta política que no es controlada por los políticos” y que, aún cuando vive bajo los yugos de las políticas culturales y las mafias del mercado, permanece como el mejor modo para manifestar libremente la subversión, para crear controversia, provocar cuestionamientos y alterar el orden común.
La memoria sobre el pasado es fundamental para entender el presente, pero lo es justamente porque nos ayuda a reflexionar sobre los grandes tropiezos y las grandes vergüenzas de la humanidad. No olvidar, no sirve de nada si seguimos repitiendo las mismas tragedias. La función de la Historia es reconocer que podemos modificar el curso de la misma, o al menos eso creo que debería ser; pero si la Historia no alcanza a cubrir con tan difícil tarea, el arte, a veces de manera bastante cruda, se encargará de ello.
João Pina, Serie: Juicios. Bahía Blanca.
Antiguos militares esconden el rostro del fotógrafo durante la sesión de su juicio, en el que son acusados por el Ministerio público argentino de crímenes contra la humanidad durante la dictadura de 1976-1983.___________________________________
Notas:
1. Ranciére, Jaques. Sobre políticas estéticas. p. 13
2. Ibidem. p.17
3. Trafilaf, Sandra, “Operación Cóndor: Los archivos del dolor que condenan a Latinoamérica”, en : Diario Uchile, 12 de octubre 2014. URL http://radio.uchile.cl/2014/10/12/operacion-condor-los-archivos-del-dolor-que-condenan-a-latinoamerica.
4. Caso Ayotzinapa, se refiere a los hechos violentos ocurridos el 26 de septiembre de 2014, cuando la policía municipal de Iguala en el estado de Guerrero, atacó y persiguió a un grupo de estudiantes de la escuela Normal Rural de Ayotzinapa. El enfrentamiento dejó un saldo de al menos 10 muertos (entre ellos civiles y periodistas) y la desaparición de 43 estudiantes que, hasta la fecha, se desconoce su paradero.
5. Bruguera, Tania, Declaración de Arte Político, 2010. URL: http://www.taniabruguera.com/cms/388-1-Declaracin+de+Arte+ Poltico.htmLas fotografías de João Pina fueron tomadas del sitio del artista: www.joao-pina.com
Fecha de publicación: 04.noviembre.2015
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