Terremoto vertical. Dibujos de Carlos Amorales

Carlos Amorales

José Manuel Springer

Carlos AmoralesSucedió entre el terremoto de 1985 y la guerra contra el narcotráfico.  Difícil saber en qué momento exactamente. En el recuerdo hay mentiras y percepciones, que provocan la confusión, y las versiones disfrazadas de objetividad o de ficción  crean eventos que nunca existieron.

En un afán por reinventar aquellos días, el 19 y el 20 de septiembre de 1985,  para hacer historia, más que para recordar,  Carlos toma  una regla o escuadra, o ambas, pensando en algo simple y sencillo: dibujar el terremoto social que sucedió después del movimiento telúrico, usando tan sólo un lápiz y una regla, sobre la pared o el papel amarillo de periódicos. La ciudad de México  cambió tanto en estos últimos 25 años que se ha vuelto monótona: siempre las mismas noticias, las mismas declaraciones de los políticos en primera plana, la intensidad del conflicto humano: ya sean los muertos por la represión o por los asesinados por el narco. Todo es igual que hace cinco lustros. Pero las cosas han cambiado.

La tarde del 28 de agosto de 2010 ofrecía otro tema más para la sobremesa: 72 migrantes asesinados encontrados en una terrorífica fosa común en Tamaulipas.  Para entenderlo, par comprender el tamaño de la tragedia, no existen explicaciones, ni hipótesis, ni estadísticas o imágenes. Las cosas se reducen a mensajes escritos por los asesinos, crónicas de periodistas (posteriormente asesinados) o rayas sobre un muro. Son los círculos viciosos, con pequeñas espirales virtuosas, que se alternan en cada generación. 

Carlos AmoralesHace tres décadas la violencia era patrimonio del Estado mexicano;  pueblos indígenas, estudiantes,  o líderes sindicales desaparecían de la noche a la mañana para formar parte de una estadística de los desaparecidos; sus nombres escritos en algún  registro perdido entre la prensa o  reunidos en los archivos de una organización no gubernamental.    Hoy la violencia  ya no es patrimonio del estado solamente, el narco le  disputa el monopolio de la violencia,  y los números, que cada vez más carecen de sentido, nos indican que han muerto 28 mil y tantas personas de cuatro años de violencia.  ¿Sería posible identificar al narco como una fuerza emergente de la sociedad civil?   ¿Son los Zetas una organización delictiva anarquista  de base?   ¿Habrá cambiado la violencia en México, o simplemente estamos viviendo otra espiral de la misma?

El coágulo invisible del tiempo, firme como una plomada, nos lleva a perder la visión del pasado y nos impide establecer ligas entre lo que sucedió y lo que vendrá.  El electrocardiograma del un país que se nos muere y que no termina de transitar por su historia de transición,  se aprecia en los  dibujos concéntricos que realiza Carlos Amorales.  En realidad no es fácil articular verbalmente una interpretación  de los mismos, como tampoco puede uno darle sentido a las cosas que lee cotidianamente en la prensa.  Le agradezco a Carlos que se tomase el tiempo para platicarme su experiencia.

Carlos Amorales

Cada dibujo está realizado con una regla de acero, que ha sido cortada y reensamblada para hacer de ella una línea quebrada. Unida a la pared por un eje, la regla gira en 360 grados. Con un lápiz y un poco de paciencia (mucha más de lo que uno podría imaginar) se trazan líneas sobre  el muro, grado tras grado,  para formar un disco gris de líneas verticales que convergen en el centro.  Cada círculo podría contener el número de líneas que representara una numeraria curiosa: el numero de víctimas, la cantidad de droga decomisada, el monto del dinero lavado, los detenidos,  las cárceles, las violaciones. Las cartas de recomendación.

La historia no queda atrapada entre los ciclos del tiempo, es algo vivo y en movimiento que elude la cartografía. En realidad es todo aquello que se repite pero que va cambiando con una velocidad pasmosa y, según la dialéctica,  va encontrando un orden que lo llevará al caos y sucesivamente al orden.  El último ciclo mexicano comenzó hace 25 años, con el terremoto que a las 7.19 de la mañana devastó el centro histórico de la capital mexicana. El epicentro  se ha expandido; actualmente el rastro las víctimas de la violencia se extiende en círculos concéntricos que se expanden desde el sur, empezando por Morelos y Guerrero, luego Michoacán, Veracruz, hasta llegar al norte: Sinaloa, Tamaulipas, Coahuila, Baja California y Nuevo León.

Después de aquel terremoto geológico que inauguró la transición política,  surgieron en la ciudad de México organizaciones de base, como la Asamblea de Barrios; emergieron lideres anónimos, como Superbarrio, que encabezaron la lucha por una vivienda popular digna a precios accesibles.  Diez años después Carlos Amorales comenzó a trabajar con la idea de personajes, de luchadores sociales, detrás de cuya máscara se encontraba un ideal:  la organización de colectivos de ayuda y trabajo, ajenos a  los sistemas del Estado.  La acción directa había sembrado entre los afectados por el terremoto una idea: la sociedad civil se organiza a partir del caos: los grandes terremotos de la historia generan sinergias que,  captadas  por redes sociales mutables y maleables, forjan organización, orden, líneas concéntricas, dirección y visión.

Los mitos de la  prensa gráfica

Carlos Amorales                  Carlos Amorales

Sobre una mesa, dentro de la galería, donde todos los días se trabaja, se come o se lee el periódico, algunos ejemplares de periódicos llaman la atención.  Sus formatos semejan la portada de El Día, un diario mexicano, o Germinal, un diario anglosajón, otros diarios en forma de tabloides se ofrecen al visitante de la exposición. La información que comunican ya no está enfocada en un sólo día;  sus páginas ya no son voceros de las estadísticas o del sensacionalismo, ni hacen eco de los reportes de policías  o mensajes del narco.  Estos periódicos que  pone Amorales en la mesa han vuelto a ocupar la función que tenían hace un siglo: son lugares de debates de ideas, son páginas que estimulan al lector a pensar y mirar más allá del presente  para visualizar su destino.

Las noticias han dado lugar a las opiniones y las opiniones al debate y el debate a las teorías y las teorías a la toma de posiciones. Los textos de los teóricos del anarquismo, en sus vertientes rusa, catalana, italiana o francesa,  forman parte de las páginas de los diarios, alternan con fotografías de aquella ciudad de México devastada por el terremoto, de las imágenes de los políticos conmovidos por la tragedia.  Los textos cambian, pero las imágenes no, pero la lectura de estas se ve afectada por el contenido de los artículos. He aquí algunos de los titulares: La Ambición del Trabajo y otros Mitos; Crear una Nueva Esfera Pública sin Estado;  El egoísmo como fundamento de la Igualdad Real y del Rechazo del Consenso; El Socialismo y la competencia.

Una impresión de una lectura somera: el Estado es superado y el principio de su deceso se siente bajo los escombros de los edificios, en los salarios caídos, en los mensajes del gobierno, en las calles atestadas, en las marchas y protestas en el Zócalo capitalino, en la explosión demográfica y la diaria tentación del consumo. La  muerte del Estado es el principio del colectivismo, sólo así se puede sacar fuerza del caos y es posible construir un nuevo orden sin autoridad.  El narco y la violencia derivada de él es sólo la manifestación de un Estado fallido.

En el video  que acompaña a la exposición, el hombre anónimo (el hombre sombra) se mueve frente a una tela de araña, constituida  líneas  y nodos. El creador, el pensador, están inmersos en un orden social que requiere de manos y mentes hábiles e inteligentes que construyan y moldeen una sociedad distinta, con valores y redes de acción que se refuercen unas a otras, creando articulaciones de sentido más profundas que las de la sociedad de la información, más resistentes que las de la propiedad privada  o la ley de la oferta y la demanda. 

Las decenas de miles de muertos en la llamada guerra contra el narcotráfico  demandan  algo más que indignación; obligan a pensar y a construir una sociedad más responsable, libre de los atavismos como el de la mano invisible del sistema. La anarquía y la acción directa (con estrategias como la educación libertaria, la autogestión y la desobediencia civil) regresan al ágora para construir  otros mundos posibles.

Una impresión final de la obra. La gente cambia pero los sistemas no, estos continúan una inercia y absorben los desórdenes como onduladas formas concéntricas que generan quiebres momentáneos. La modificación del orden implica  de antemano una reflexión sobre los momentos de la curva histórica. Debiéramos ver en estos dibujos un aviso: estamos inmersos en un momento en que otro quiebre generara una onda de cambio;  podríamos iniciar otro círculo o romper el ciclo haciendo otro quiebre a la línea vertical que representa la voluntad humana.

Carlos Amorales

Carlos Amorales

Carlos Amorales, Vertical Earthquake, Annet Gelink Gallery, Ámsterdam.

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Fecha de publicación: 13.10.2010